Fotografía:PilarGarcía Puerta
La contemplación de las ruinas nos permite entrever fugazmente la existencia de un tiempo que no es el tiempo del que hablan los manuales de historia o del que tratan de resucitar las restauraciones. Es un tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que no está presente en nuestro mundo de imágenes, (...), un mundo cuyos cascotes, faltos de tiempo, no logran ya convertirse en ruinas.
Es un tiempo perdido cuya recuperación compete al arte.

-Marc Augé-
Lo propio de la imagen es el hecho de que no se vea aventajada sino por ella misma, ella es, en sí misma, su propio pasado: el pasado de la imagen no es el de su pasado histórico supuesto ni el del original, es la imagen que sus espectadores ya tenían de ella. En este presente perpetuo, la distancia entre el pasado y su representación queda abolida.

Los no lugares y las imágenes se encuentran en cierto sentido saturadas de humanidad: son producidos por hombres, y son frecuentados por hombres, pero se trata de hombres desvinculados de sus relaciones recíprocas, de su existencia simbólica. (...) La escritura y el paisaje son simbólicos: nos hablan de aquello que compartimos y que, no obstante, sigue siendo, para cada uno de nosotros, diferente.

-Le temps en ruines-

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George Duke Band & Rachelle Ferrel - Welcome to My Love

viernes, 11 de junio de 2010

Turismo y viaje, paisaje y escritura I // Cassandra Wilson -You...t Know What Love Is

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Turismo y viaje,
paisaje y escritura


I






La sobremodernidad sería el efecto combinado de una aceleración de la historia, de una retracción del espacio y de una individualización de los destinos.

(…) Al invitarnos a considerar a los políticos como actores o personajes, y al espacio público como espacio del público en el sentido teatral del término, esta transformación en espectáculo hace que la frontera entre lo real y su representación, entre lo real y la ficción sea cada día más porosa. Es una transformación que tiene efectos perversos. El matiz le es ajeno: si la diversidad es su materia prima, la trata siempre del mismo modo, con el mismo lenguaje, con el mismo estilo, de manera uniforme –un poco como el modisto que reuniendo a su gusto las piezas de un rompecabezas, confecciona siempre, en mayor o menor medida, el mismo vestido.


La uniformidad es en suma el precio de la diversidad si esta se aprende de forma superficial. Ahora bien, este carácter superficial, es consecuencia de la globalización de las imágenes y de la información. (…) Los acontecimientos cambian de sentido según se aprehendan a escala local, nacional o planetaria. Nosotros creemos saber algo del mundo y de los otros, pero este conocimiento se expresa por medio de grandes abstracciones –la violencia, la miseria, el subdesarrollo, la emigración- que no resisten la evidencia concreta, local y momentánea del confort, del sol, de las playas y del paisaje. Forzando un poco las cosas, podría decirse que el mundo se divide en dos tipos de espacio: los no lugares refugio (los de los campamentos, los de la migración, los de la huída) y los no lugares de la imagen (de la imagen que sustituye a la imaginación a través de los simulacros y de las copias).


Si nos quedáramos en esta visión pesimista nos veríamos abocados a pensar que todo viaje, incluso en el caso de que conlleve el desplazamiento del cuerpo, es inmóvil en el sentido de que no mueve ni el espíritu ni la imaginación. Podríamos entonces avanzar algo más en el pesimismo y añadir que el viaje inmóvil en el estricto sentido físico del término es a su vez imposible, porque nuestra imaginación se encuentra saturada por las imágenes. Yo había sugerido en "La guerra de los sueños" que los tres polos del imaginario (el imaginario individual, el imaginario colectivo y el imaginario de creación o, lo que es lo mismo: los sueños, los mitos y las obras) debían permanecer relacionados. Irrigarse unos a otros, para sobrevivir. Y había expresado la inquietud de ver cómo hoy poco a poco, la imagen sustituye a los mitos (a los mitos de origen o de porvenir. a los mitos religiosos o políticos) y a las obras (convertidas en productos de consumo y tributarias de una industria): ¿qué quedaría entonces de lo imaginario y de los sueños individuales?


(…) El viaje era, sobre todo, de Chateaubriand a Fllaubert, ocasión y pretexto para la obra, para una experiencia de uno mismo obtenida con el viento favorable de la desorientación producida por el cambio de país, una experiencia cuyo resultado (novela, diario) procedía de un doble desplazamiento:un desplazamiento en el espacio, evidentemente -pero este desplazamiento es relativo, ya que la obra no se escribe, o al menos no se termina, más que al regreso-, y un desplazamiento por el interior de uno mismo. Desde este último punto de vista, el viaje y la obra son idénticos: quien hace el viaje o quien escribe la obra no es ya, o piensa no ser ya, exactamente el mismo antes y después del Viaje.


-Le temps en ruines de Marc Augé-




Cassandra Wilson ~

You...t Know What Love Is














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